sábado, 27 de febrero de 2010

Una caricia...


CUENTO CON CARICIA

de Elsa Bornemann

"No sabía lo que era una caricia. Nunca lo habían acariciado antes. Por eso, cuando changuito rozó su plumaje junto a la laguna- alisándoselo suavemente con la mano-, el tero se voló. Su alegría era tanta que necesitaba todo el aire para desparramarla.
-¡teru! ¡teru! ¡teru! ¡teru! ¡teru!- se alejó chillando.
El changuito lo vio desaparecer, sorprendido. La tarde se quedó sentada a su lado sin entender nada. -¡hoy me han acariciado! ¡La caricia es hermosa!- seguía diciendo con sus teru, teru...-¡eh, tero! ¡Ven aquí! ¡Quiero saber que es una caricia!- le gritó una vaca al escucharlo.
El tero se dejó caer: un planeado blanco, negro y pardo, de gracioso copete, aterrizando junto a la vaca... ¡Esto es una caricia...! - le dijo el tero, mientras que con el ala izquierda rozaba una y otra vez una pata de la vaca. –me gusta tu cuero, ¿sabés?- no imaginaba que fuera tan distinto de mi plumaje...
La vaca no lo escuchaba ya. Pasto y cielo se iban mezclando en una cinta verde azul con cada aleteo del ave. Ni siquiera sentía las fastidiosas moscas...
Con varios felices Muuu...Muuu...se despidió entonces el tero.
¿Caminaba o frotaba? ¿Mugía o cantaba? ¿Soñaba? No. Era tan cierto como el sol del atardecer, bostezando sobre el campo. Era verdad: ella sabía ahora lo que era una caricia...
Distraída, atropelló un armadillo que descansaba entre unos matorrales;
-cuidado vaca, ¿no ves que casi me pisas? ¿Qué te pasa? ¿Estás enferma?
-este quirquincho no puede entender... -pensó la vaca. –es tan tonto..., y continuó caminando, flotando, mugiendo o cantando...
Pero el animalito peludo la siguió curioso, arrastrándose lentamente sobre sus patas. Finalmente, la chistó: sh...sh... ¿no vas a decirme qué te pasa?
Suspirando, la vaca decidió contarle.
-hoy he aprendido lo que es una caricia...estoy tan contenta...
-¿una caricia?-repitió el armadillo, tropezando con el nudo de una raíz.
-¿qué gusto tiene una caricia?
La vaca mugió divertida:
-no, no es algo para comer... acércate que te voy a enseñar... -y la vaca rozó con su cola el duro y espeso pelo del animalito.
Su coraza se estremeció; tampoco a él lo habían acariciado antes. ¿De modo que ese contacto tan lindo era una caricia? Para ocultar su emoción cavó rápidamente un agujero en la tierra y desapareció. La noche taconeaba ya sobre los pastos cuando el armadillo decidió salir.
La vaca se había ido, dejándole la caricia... ¿a quien regalarla? De pronto, un puercoespín se desperezó en la puerta de su grieta. Era la hora de salir a buscar alimentos.
-¡qué mala suerte tengo!- exclamó el armadillo- ¡encontrarte justamente a ti!
-¿se puede saber por qué dice esa tontería?- gruñó el puercoespín dándose vuelta enojado.
-pues... porque tengo ganas de regalar una caricia... pero con esas 30.000 púas que tiene sobre el cuerpo voy a pincharme...
-¿una caricia?-le preguntó muy interesado el roedor. -¿te parece que mis dientes sean lo suficientemente fuertes para morderla? ¿Es dulce o salada?
-no, amigo, una caricia no es una madera de las que gustan tanto, ni una caña de azúcar... ni un terroncito de sal... una caricia es esto... y frotando despacito su caparazón contra la única parte sin púas de la cabeza del puercoespín el armadillo se la regaló.
¡Que cosquilleo recorrió su piel! Un gruñido de alegría se paró en la noche. Su primera caricia...
-¡No te vayas! ¡No te vayas!- alcanzó a oír que el armadillo le gritaba riendo-. Pero él necesitaba estar solo. Gruñendo feliz, se zambulló en la oscuridad de unas matas.
La mañana lo encontró despierto, aún sin desayunar y murmurando: -tengo una caricia... tengo una caricia... ¿a quien podré dársela? Ninguno me la aceptará...tengo tantas púas.
-¿estás loco?- le dijo una perdiz.
-¡se ha emborrachado!- aseguró una liebre. Y ambas dispararon para no pinchar el puercoespín se enroscó en su soledad de púas le molestaba por primera vez...
Ya era tarde cuando lo vio recostado sobre un tronco junto a la laguna. El changuito sostenía con sus piernas la caña de pescar. Un sombrero de paja le entoldaba los ojos. Dormitaba... El puercoespín no lo pensó dos veces y allá fue, llevándoles su caricia. Su hociquito se apretó un momento contra la rodilla del chango antes de escapar- temblando-hacia el hueco de un árbol.
El muchachito ni siquiera se movió, pero a través de un agujerito de su sombreo lo vio todo.
-¿el puercoespín me acarició?- se dijo por lo bajo, mirando de reojo su rodilla curtida, -¡esto si que no lo va a creer mi tata...!- y su silbidito de alegría rebotó en la laguna.
-¿dormita el chango?
-¿sonríe?
-¿pesca o silba?- se preguntó la tarde.
Y siguió sentada a su lado sin entender nada."

Dejo el comentario para la próxima...
Estela

miércoles, 24 de febrero de 2010

Abiertos al amor


Por Ma. Teresa Lemus Vanek

Existen momentos en los que nos gustaría mucho ayudar a quienes amamos mas no podemos hacer nada:
o las circunstancias no permiten que nos aproximemos, o la persona permanece cerrada ante cualquier gesto de solidaridad y apoyo.
Entonces sólo nos resta el amor. En los momentos en que todo es inútil, aún podemos amar - sin esperar recompensas, ni cambios ni agradecimientos.
Si conseguimos actuar de esta manera, la energía del amor empieza a transformar el universo que nos rodea.
Cuando esta energía aparece, siempre consigue realizar su trabajo.
"El tiempo no transforma al hombre. El poder de la voluntad no transforma al hombre. Lo transforma el amor", Dice Henry Drummond.

El amor transforma, el amor cura. Pero a veces el amor construye trampas mortales, y termina destruyendo a la persona que decidió entregarse por completo. ¿Qué sentimiento complejo es éste que - en el fondo - es la única razón para continuar vivos, luchando, procurando mejorar?
Sería una irresponsabilidad intentar definirlo; porque, como todo el resto de los seres humanos, yo solamente consigo sentirlo. Se escriben miles de libros, se estrenan obras teatrales, se producen películas, se crean poesías, se tallan esculturas en madera o mármol, pero, a pesar de ello, todo lo que el artista puede transmitir es la idea de un sentimiento, pero no el sentimiento en sí mismo.
No obstante, aprendí que este sentimiento está presente en las pequeñas cosas y se manifiesta en la más insignificante de las actitudes que tomamos; por lo tanto, es necesario tener el amor siempre en mente cuando actuamos o dejamos de actuar.
Tomar el teléfono y decir la palabra de cariño que postergamos. Abrir la puerta y dejar entrar a quien necesita nuestra ayuda. Aceptar un empleo. Abandonar un empleo.
Tomar la decisión que estábamos dejando para después. Pedir perdón por un error que cometimos y que no nos deja en paz. Exigir un derecho que tenemos.
Abrir una cuenta en el florista, que es más importante que la del joyero. Poner la música bien alta cuando la persona amada esté lejos, pero bajar su volumen cuando se halla cerca.
Saber decir "sí" y "no", porque el amor lidia con todas las energías del hombre.
Descubrir un deporte que pueda ser practicado por ambos. No seguir ninguna receta, ni siquiera las contenidas en este párrafo; porque el amor requiere creatividad.
Y cuando nada de eso sea posible, cuando lo que resta es apenas soledad, entonces acordarse de una historia que un lector me envió una vez:
"Una Rosa soñaba día y noche con la compañía de las abejas, pero ninguna venía a posarse en sus pétalos.
La flor, sin embargo, continuaba soñando. Durante sus largas noches imaginaba un cielo donde volaban muchas abejas que venían a besarla cariñosamente. Así conseguía resistir hasta el día siguiente, cuando volvía a abrirse con la luz del sol.
Cierta noche, conociendo la soledad de la rosa, la luna preguntó:
- ¿Tú no estás cansada de esperar?
- Quizás. Pero tengo que seguir luchando.
-¿Por qué?
- Porque si no me abro, me marchitaré."
En los momentos en que la soledad parece destruir toda la belleza, la única manera de resistir es continuar abiertos

martes, 16 de febrero de 2010

Invictus


Desde la noche que sobre mi se cierne,
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses cuales sean
por mi alma invicta.
Caído en las garras de la circunstancia
nadie me vio llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino
mi cabeza ensangrentada sigue erguida.
Más allá de este lugar de lágrimas e ira
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigo la sentencia.
Soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma

William Ernest Henley

Sea cual fuere la circunstancia que nos toca vivir, nada puede tocar ni dañar nuestra esencia más nuestra: la libertad y dignidad.
Estela