"Había una vez, en Japón, un chico que vivía en una granja. Se Llamaba Saburo, pero, como siempre estaba haciendo tonterías, la gente le decía «Saburo, el tonto«. Nunca podía recordar más de una cosa a !a vez y sus padres estaban muy preocupados, pero le tenían mucha paciencia porque confiaban en que cuando creciera se convertiría en un muchacho más inteligente.
Un día, su padre le
dijo:
-Saburo, por
favor-, ve hasta el terreno de las papas y desentiérralas. Después, de que las
hayas desenterrado, desparrámalas cuidadosamente para que se sequen al sol.
-Entiendo -dijo
Saburo, y cargando la azada al hombro se encamino hacía el terreno donde
estaban plantadas las papas.
Al rato, estaba
ocupado desenterrando las papas cuando -de repente- su azada golpeó algo dentro
de la tierra. Cavó más hondo y encontró una gran olla vieja llena de monedas de
oro. Era un tesoro que alguien había enterrado allí hacía mucho tiempo.
-Papá me dijo que
primero debo desenterrar las cosas y luego desparramarlas para que se sequen al
sol... -murmuró Saburo-
Entonces,
desparramó cuidadosamente las monedas sobre el terreno y se fue hacia su casa.
Cuando llegó, dijo:
-Encontré una olla
llena de monedas de oro y las desparrame al sol para que se secaran.
Sus padres se
sorprendieron mucho al oírlo y corrieron hacia el terreno de las papas, pero ya
alguien se había llevado lodo el oro. No quedaba siquiera vina moneda.
--La próxima vez
que encuentres algo --le dijo más tarde el papá- lo debes envolver con mucho
cuidado y traerlo a la casa. No lo olvides, hijo.
-Entiendo, aseguró
Saburo-.
Al día siguiente,
cuando encontró un gato muerto en el campo, lo envolvió muy cuidadosamente y lo
llevó a su casa. Estaba muy orgulloso de haber recordado lo que tenía que
hacer, por eso se puso triste cuando su padre le dijo:
-No seas tan tonto,
Saburo. Cuando encuentres algo como esto, debes arrojarlo al río.
Al día siguiente,
Saburo encontró una enorme raíz de árbol. Pensó durante un rato y recordó lo
que su papá le había dicho acerca del gato muerto. Entonces, tomó la raíz y la
arrojó al río.
En ese momento
pasaba un vecino, que, al ver lo que estaba haciendo Saburo, le dijo;
-No debes tirar una
cosa de tanto valor. Esta raíz hubiera servido para prender un buen fuego.
Deberías haberla partido en pedazos y llevado para tu casa.
-Entiendo -dijo
Saburo, e inició el regreso a su casa.
En el camino vio
una tetera y una taza de porcelana que alguien había dejado junto al camino.
-j0h!, aquí hay una
cosa de mucho valor -exclamó.
Y, tomando su
azada, rompió la tetera y la taza en mil pedazos.
Después, se las
llevó a. la casa.
-Hola, mamá -dijo
cuando llegó-. Mira lo que encontré en el camino.
Y le mostró a la
madre los pedazos de la porcelana.
- ¡Oh, por favor¡
¿Qué has hecho?-gritó la mamá-, ¡Son la tetera y la taza que le lleve a tu
padre con el almuerzo, este mediodía! ¡Las arruinaste por completo¡
Al día siguiente,
sus padres le dijeron:
-Todo lo que haces
lo haces mal. A partir de hoy iremos nosotros solos a trabajar nuestro campito
y tú te quedarás en casa. Estamos cansados de tonterías, Saburo.
Y lo dejaron solo.
- Realmente, no
entiendo por qué la gente me llama “Saburo, el tonto" -murmuró enojado- si
siempre estoy haciendo exactamente lo que los demás me ordenan que haga."
Para repensar la
obediencia irreflexiva, sobre todo cuando se obedecen a mandatos internos sin
cuestionarlos ...