sábado, 6 de marzo de 2010

Caricias

Hace tiempo leí el cuento de Elsa Bornemann Cuento con caricia, que aparece en la publicación anterior. En aquella ocasión me pareció que los protagonistas principales del cuento eran el changuito y el puercoespín. Me llamó la atención este puercoespín tan necesitado de ser acariciado y de dar caricias y la dificultad de sus espinas. Sin embargo él puede descubrir una zona donde no tenía espinas y desde donde podía también acariciar: el hocico. Muchas veces encontramos personas a las cuales se hace difícil acariciar porque sentimos todas sus espinas y aún así ahí está latente y urgente esta necesidad de ser acariciados y acariciar. El desafío está en descubrir esa zona, quizá no tan evidente mediante la cual podemos entregar y recibir una caricia. El changuito, a su vez no se asusta de este puercoespín que se acerca a acariciarlo. Y los demás animales son capaces de regalar la caricia que recibieron.

Creo que en todos nosotros y nosotras viven estos personajes. Cada uno de nosotros necesita ser acariciado y acariciar y también nosotras y nosotros a veces nos protegemos con espinas por temor a ser lastimados y sin quererlo a su vez también lastimamos. Pero llevamos dentro esta necesidad existencial de trascender en el amor. No podemos vivir sin caricias ya sean físicas, emocionales, psicológicas, espirituales. Y aunque parezca contradictorio, cuántas más espinas encontramos en los otros o en nosotros mismos es señal de una mayor necesidad de ser acariciado y de acariciar.

Siguiendo a Viktor Frankl, estoy convencida que nuestra riqueza y mayor potencial humano está en dejar surgir una y otra vez esta capacidad de amar y de ser amados. La búsqueda de sentido y de felicidad es apostar a esas zonas nuestras sanas desde donde podemos relacionarnos. Por más espinas que encontremos en nosotros y en los demás... el amor es más fuerte.

"Porque es fuerte el amor como la muerte" Cantar 8, 6
Estela

1 comentario: