Estas pérdidas pueden pertenecer a ámbitos muy distintos: material, físico, existencial, social, intelectual, etc. Pueden ser pérdidas de bienes ya poseídos, o que esperábamos poseer en el futuro.
La tarea de despedirse suele estar acompañada por emociones desagradables: vacío, tristeza, dolor, ansiedad, rabia… Aunque sean desagradables, lo más sano es pasar por estas sensaciones porque son acordes con la realidad que estamos viviendo. Y por el contrario, la evitación de las mismas es una comprensible tentación.
COMO NO
DESPEDIRSE BIEN: CREENCIAS DISFUNCIONALES:
a) Puedo hacer algo que me evitará pasar
por el dolor. Detrás de esta creencia se ubican las que
siguen. Parte de suponerse con más poder
del real, y querer que la vida no tenga pasajes dolorosos. Creencia propia de la personalidad evitativa.
b) No hay derecho a que esto me pase a mi. Se cree un ser especial y superior al resto
de los mortales. Propio de la personalidad
narcisista.
c) Si me esfuerzo, lograré que no me deje. Parte de la creencia que se tiene poder sobre
los demás, aunque ellos no nos lo den.
Lleva a presionar (le obligo por la fuerza o lo amenazo) y a chantajear
(me enfermo y así no me deja) y viciar el recuerdo o lo que quede de la
relación. Propio de personalidades
límites.
d) Me sentiré mejor si encuentro un
culpable.
Se busca un chivo expiatorio (Dios u otras personas) porque se niega que la
realidad esta hecha así.
e) No podré soportarlo, no podré salir adelante
sin esto. Le sucede a personas dependientes, que
inhiben sus capacidades y recursos ante la pérdida.
f) Si me encastillo en mi bronca sufriré
menos.
Parte de la adicción a la rabia y la fobia a la tristeza, y lleva al
enquistamiento del dolor.
g) Si no me entero de la despedida, es
como si no se hubiera dado.
Pensamiento mágico del niño que hace desaparecer lo que no le gusta.
h) Nunca será como antes. Propio del pensamiento rígido, que corta toda
realidad en dos partes, “todo o nada”.
i) Yo me lo busqué (y por tanto debo
sufrir). Parte de un concepto masoquista de la vida,
con una visión insana de la culpa (en caso que hubiese culpa real por la
pérdida)
COMO NO DESPEDIRSE BIEN: MODALIDADES FRECUENTES
a) La pataleta. ¡No quiero, no quiero, no quiero! Reacción
del niño cuando llora furioso porque no consigue lo que quiere. A veces estas reacciones se encuentran en
gente adulta.
b) La mariposa disecada. El resentimiento ante la pérdida es callado y
sutil. Se niega ese resentimiento, pero
se actúa desde él mediante la negativa a despedirse, manifestándose en la
congelación devota del pasado. No se
modifican los escenarios, todo queda como embalsamado (la habitación del
difunto, el horario intocado…).
c) El agujero del queso. La vida es un queso gruyere, está llena de
agujeros. Hay gente que al contemplar
los huecos de la vida es como si se dejasen hipnotizar por ellos, y en lugar de
despedirse de expectativas no colmadas, se quedan ahí, mirando y mirando el
pasado con melancolía.
d) El rico paralítico. Un niño abrazado a todos sus juguetes, sin
ningún deseo de compartirlo con su hermano… que encuentra un piolín en el suelo
y se pone a jugar con él. El dueño de
todos los juguetes no puede jugar con ellos porque sus brazos están ocupados en
acumularlos, mientras mira cómo juega su hermano, que no tiene ninguno. Es la gente que reemplaza el dolor acumulando
cargos políticos, más trabajos de los que puede hacer, más vestidos de los que
puede usar, más cursos de los que puede digerir.
e) La despedida del chicle. Quien sufre la despedida se comporta como
quien pisa un chicle: no hay manera de desprenderse de él. Hace intentos, de a ratos se olvida, pero en
cuanto quiere andar aparece el incordio.
f) ¡Al fin solo! Es la
despedida del cobarde. No se animaba a
separarse, pero a fuerza de ineptitud o sabotaje logra que lo echen o lo dejen…
con la ventaja de la imagen del martirio o de la víctima.
g) ¡No pasa nada! Evita la
despedida mediante la negación de la relación afectiva con lo que pierde. No vive la despedida porque no hay tal: nunca
llegó a estar verdaderamente relacionada con el bien o la expectativa perdida.
COMO DESPEDIRSE MAS O MENOS BIEN
“Mas
o menos bien” significa que no puede evitarse el paso del dolor y la tristeza
que toda despedida conllevan, tanto las que son impuestas por la vida como las
que son elegidas por la renuncia.
Despedirse
no es un acto, sino un proceso similar al de la herida: nos duele, nos hace
gritar, pedimos socorro, desinfectamos la herida, se cura y hay que esperar a
que cicatrice.He aquí algunas pistas que ayudan a vivir la despedida:
1.
Valorar
los regalos de la vida, aunque tengan taras. La vida es un tejido artesanal, con nudos y
desigualdades que resaltan su cualidad de producto humano. Las relaciones humanas suelen ser lugares sensibles
a este tipo de desigualdades, y nunca serán perfectas. Crecer significa despedirse de Disneylandia,
de un mundo completo, maravilloso y feliz.
Pero valorar los aspectos positivos de nuestras relaciones con otros
ayudará a no ampliar los adioses más de lo necesario.
2.
Calibrar
cuándo es el momento de despedirse. Dentro del proceso de una despedida, será
necesario evitar tanto la precipitación como la demora. La primera es una huída hacia delante; la
segunda nos paraliza en nuestra fantasía.
3.
Aceptar
todas las emociones que el proceso conlleve, aunque algunas sean aparentemente
absurdas. Nuestras emociones y sentimientos no siempre
son lógicos. Está bien reconocer su
existencia, permitiéndome sentirlo y respetando su irracionalidad. Esto es necesario hacer especialmente con el
sentimiento de culpa, muy frecuente en las pérdidas.
4.
Cerrar
asuntos pendientes. No se
trata de asuntos materiales, sino de aspectos internos, sobre todo la expresión
de emociones y pensamientos nunca dichos en relación con la persona o cosa que
se despide. Muchas veces esta expresión
será simbólica, para lo cual sirve el ejercicio de “la silla vacía”, o bien una
carta, o bien una fantasía guiada.
5.
Desprenderse
de lo que se va: reducir las fronteras del “tener” y ahondar en el interior del
“ser”. Es importante hacer conciente que la perdida
de lo que tenemos (una relación u objeto) no reduce nuestra esencia
existencial, el “ser” quien soy. Al
contrario, podemos aprovechar la pérdida para ahondar en la propia identidad,
valorando cómo seguimos siendo sin aquello que se perdió.
6.
Aceptar
la herencia. Significa valorar lo que nos deja esa
despedida, lo positivo que me aportó, los aprendizajes que hice mediante este
vínculo que ya no está, las experiencias de belleza y bondad que pude
transitar. La despedida se convierte así
en ocasión para un balance, desechar lo que no nos vale y quedarnos con los
rubíes secretos que encontré. Es ocasión
para agradecer esos regalos y guardarlos en un lugar de nuestra intimidad.
7.
Celebrar
el ritual de despedida.
Sobre todo cuando la despedida deja un vacío, un hueco (por jubilación,
fallecimiento, mudanza, etc.), ayuda celebrar un ritual proporcionado a la
pérdida y la situación. El carácter
terapéutico de un ritual se da cuando, en compañía de personas significativas,
se declara públicamente la pérdida y encuentro recepción a las emociones y
sentimientos que me inundan.
8.
Darse
tiempo para cicatrizar la herida.
Permitirse vivir el “luto”, aceptando la inestabilidad emocional, la
disminución energética y los sentimientos depresivos. El luto es tiempo para reestructurar la vida
sin el objeto que se perdió. Es tiempo
para darme permiso de buscar apoyo y consuelo.
9.
Dejarse
encontrar por la vida.
La vida es un proceso de retirada y contacto, de pérdidas y encuentros,
de desiertos y tierras prometidas. El
aceptar con alegría y sin culpas los nuevos hallazgos y regalos, no es negación
de los afectos vividos ni infidelidad a aquellos. Más bien es un homenaje que le hacemos al
poder encarnar en el presente la sabiduría vital que me aportaron en el pasado.
* Resumen del último capítulo del libro
“14 APRENDIZAJES VITALES”, editado por Carlos Alemany, S.J., Editorial DDB,
Bilbao, 2000, pp 274-292.
[1] Licenciada en Derecho (Universidad de Barcelona), Dra. en Psicología
Corporal (Universidad de Deusto), miembro fundadora de Psicoterapia Integradora
Humanista, co-directora del Instituto Erich Fromm de Psicología Humanista.