La
ciudad me recorre, mamá,
Y
es de noche.
Escuchá
mi llanto.
En
el suelo se ven las vidas de otros hombres:
Palabras
reducidas sobre papeles mojados,
Estupor
de periódicos,
Botellas
de plástico,
Paredes
meadas,
Ideas
amontonadas en cajetillas de cigarros,
Bolsas
menudas y extrañas,
Agitación
de horas tardías,
Licor
confundido en una esquina,
Basura
publicitaria,
Restos
de comida.
Es
de noche, mamá,
Y
hace frío.
La
gente me ve y guarda silencio.
El
humo de los buses me ha ensuciado los días.
Vivir
se ha convertido en un sudor que me nace del vientre,
En
una voz pujante que está muriendo,
En
un clamor resignado,
En
un dolor escueto que me come las ganas,
La
esperanza.
Ya
no río, mamá,
Pido
perdón por la pobreza.
Camino
por las calles y voy desnuda.
Me
revuelco en los naufragios del pasado,
En
la ternura de tus ojos quedándose dormidos,
En
tus manos pequeñas,
En
tu grito partido, mamá,
Que
vendía tortillas[1] en
el Hospital,
“pasteles,
Empanadas,
Yuca frita,
¿Qué
va a querer, amor?
¿Qué
va a llevar?”...
¡Y
nada era nuestro!
¡Nada!
Decir
“mañana” era mentirnos,
Enterrarnos.
¿Dónde
estás ahora?
Antes
trabajaba en un comedor,
Bien
peinadita,
Allá
por el Parque Infantil,
Pero
un día se me perdió un billete de a cinco
Y
el patrón me mandó a llamar:
Me
dijo que era una lástima,
Que
estaba bien chula[3],
Y
yo no quise;
Que
la blusa me quedaba apretada,
Que
era mi culpa,
Que
colaborara,
Y
le dije que no,
Que
no fuera así;
Que
la cosa se podía arreglar,
Que
iba a ser amable,
Que
abriera las piernas,
Y
yo con ganas de llorar, mamá,
Buscándote,
Gritando;
Que
“estate quieta, puta,
No
te hagás la santa,
Yo
te he visto”,
“¡Déjeme!
¡No quiero!”;
“Vení,
perrita, sólo es un rato,
No
te hagás la rogada,
El
favor te voy a hacer”,
“¡No!
¡Que me deje, le digo!”...
Y
me escapé, mamá.
Dios
mío.
No
volví a llegar.
Mi
dignidad la tengo
Aunque
sólo esa sea...
Aunque
todos los días tenga que agachar la cabeza.
Ahora
lavo y plancho ajeno,
Vendo
chicles,
Lustro
zapatos,
Recojo
latas del Ex Cuartel para venderlas,
Limpio
parabrisas cuando el semáforo está en rojo
Y
pido dinero en los buses.
Vos
sabés,
No
pudiste,
Nunca
fuimos nada.
Aquí
tampoco tengo un nombre,
No
conozco a nadie,
Somos
de Usulután[4],
Acordate,
No
puedo regresarme,
¿Qué
voy a hacer allá?
No
tengo nada.
¿Qué
más puedo hacer?
Ahora
tengo por quién seguir,
Se
llama Teto,
Tiene
dos años,
Y
se me está muriendo de asma en el Bloom[5].
***
Tengan muy buenas tardes...
¡No! ¡Disculpen!
¡Buenos días!
Discúlpenme también la mugre de las
manos,
No se fijen en mis golpes,
No se preocupen,
No soy ladrona.
No me miren como lacra,
Por favor,
No se me asusten,
No me miren mal.
Soy madre soltera de un niño.
Se llama Ernesto,
Tiene dos años
Y me nació malito de un pulmón.
Es bien bonito, saben,
Los ojitos son negros
Y la risa es chelita como si fuera nube.
Desde el primer día lo tengo en
tratamiento,
Pero la medicina es muy cara
Y yo soy pobre.
Todas las noches llora mi niño,
Pobrecito,
Se me está muriendo,
Me pide comida.
¿Y yo qué hago, seño,
Si en dos semanas no me ha salido ni
una planchada?
Me pide la chiche[6],
¿Y qué le doy?
¿Qué le digo?
La señora del mesón nos quiere
echar,
Desde hace seis meses no le pago...
Regáleme una moneda, seño,
No es para mí,
Por favor,
No me mire mal,
No me desprecie,
Por favor,
Una moneda.
***
En las noches te quiero, mamá,
En el frío vaivén de lo que eras.
La oscuridad se me llena entonces de
tu mirada,
Del resplandor inquieto de tus ojos,
De tus ojos insípidos siguiéndome
por la calle;
De las voces que no han muerto
Y que van conmigo llenas de sangre,
Cansadas del mismo dolor,
Sedientas de libertad,
Fusiladas por el desdén de los
cobardes,
Condenadas al destierro y la
penumbra;
De tus manos escasas alborotándome
el pelo,
Ordenándome la falda,
Despidiéndome cuando iba a vender
con mi canasto;
De tu boca insipiente besándome la
cara,
Trayéndome al mundo una y otra
vez...
El niño llora, mamá,
Tiene hambre.
A veces le canto para que se duerma,
Pobrecito.
¿Cuándo lo vas a conocer?
Le digo que tiene cabeza de ayote[7],
Que hay una niña que junta las
flores que van sobre el agua,
Que “Señora Santana,
¿Por qué llora el niño?
Por una manzana
Que se le ha perdido.
Vaya usté a mi casa,
Allá tengo dos,
Una para usted
Y otra al niño Dios”...
Pero me quedo callada,
Titubeo,
Me da miedo que no despierte,
Que se me vaya apagando poco a poco.
Es muy pequeño...
Es de noche, mamá,
Y tengo frío.
Me dejaste muy pronto.
No estaba lista.
¿Vas a volver?
¿Dónde estás?
¿Quién va a tomar mi mano?
¿Quién va a secar mi llanto?
¿Quién va a defenderme?
¿Dónde estás?
Dame una moneda, mamá,
Por favor,
Un abrazo,
Una sonrisa...
Violeta Alejandra
Chichique Martínez, estudiante de la UCA. Poema ganador del Certamen de Poesía
con motivo del XXIV Aniversario de los y las Mártires de la UCA. El Salvador