Un intento de hermenéutica feminista
2 Sam. 11 - 12
“Yo Betsabé, quiero contar mi historia.
Deseo narrar mi versión de las cosas, así como yo las viví. Posiblemente me
conozcan como aquella, que sedujo a David, aquella que lo cautivó. Quien hizo pecar al Rey, ante Yahveh. Sé que pasé a
la historia, como la adúltera del Rey. Sé que se usa mi nombre, para
desacreditar a las mujeres. Cuando una mujer es bella, tiene la marca de la
seductora, que lleva a los hombres buenos por mal camino, es una Betsabé.
Después de tantos años, de miles… voy a
referir como fueron los acontecimientos de aquel tiempo. Voy a contarlos desde
mi perspectiva. Nunca antes me habían preguntado. Nunca antes. Nunca antes,
había tenido quien me escuchase. Claro, que las mujeres en aquel tiempo y en otros
tiempos tampoco, hemos tenido voz.
Hoy deseo sacar mi voz, hacerla que
nazca desde lo más profundo de mis entrañas. Quiero con esto, dar espacio para
otras voces, las de tantas mujeres que continúan siendo silenciadas, las de
quienes siguen creyendo, que su palabra no tiene validez. Así lo creí yo. Y la
verdad sea dicha, qué podía decir estando por medio el Rey. No había mucho
espacio para mi palabra.
¿Nadie se preguntó cómo me sentía? ¿No
pensaron si yo deseaba ir con el Rey? ¿No pensaron que yo era feliz con mi vida,
así como estaba? ¿Acaso alguien se dio cuenta que la muerte de mi hijo, no sólo
fue un castigo para David, sino un dolor espantoso para mí? ¿Qué culpa había en
mí en todo esto?
Si tienen paciencia, les iré contando mi experiencia en
aquel tiempo...
Hija de Eliam, esposa de Urías el hitita
Soy Betsabé, hija de Eliam y esposa de
Urías, el hitita. Mi nombre significa ‘la séptima hija’, y así fue, fui la
séptima hija de mi padre. Quizá les resulte extraño que me presente e
identifique por la filiación de mi padre y por mi esposo. Pero así era en aquel
tiempo, las mujeres no teníamos entidad jurídica, sino que éramos propiedad de
varones. El padre y luego el esposo. Se
preguntarán como pasé de manos de mi padre, a ser la esposa de Urías.
Me habían dado a Urías en matrimonio,
él era mi esposo y yo lo amaba. Se dijeron muchas cosas de mí, que seduje al
Rey David, que fui adúltera, que fui culpable del asesinato de Urías, pero en
verdad amaba a mi esposo.
Urías era un hombre noble. Se
caracterizaba por ser un hombre de una sola pieza. Honrado y generoso. Pertenecía
al ejército personal del Rey y tenía una lealtad a toda prueba. Urías no daba
ninguna orden a sus subalternos, que él mismo no estuviese dispuesto a cumplir
primero. Esto hizo, que no quisiera volver a nuestra casa para yacer conmigo,
cuando el Rey se lo ordenó. Y esto le valió la muerte… pero ya llegaremos a ese
punto.
No habíamos llegado a tener a hijos.
Muchas veces soñaba y me imaginaba, como sería un hijo nuestro. Me hubiese
gustado que fuese como Urías. Cariñoso, buen hombre, noble y valiente. Él decía
que también quería algunas niñas, que tuviesen mis cabellos y mis ojos. Pero con
las guerras y las batallas, mi esposo estaba poco tiempo en nuestra casa. Yo
sabía que había muchas posibilidades, de que un día Urías no volviese. Siempre
estaba en peligro, y acompañaba a sus soldados arriesgando su vida en cada
momento. Aun así, tenía la ilusión de que tuviésemos hijos, una familia
numerosa. Imaginaba que envejeceríamos juntos. Pero la historia fue otra…
El día que el Rey me vio
Vivíamos con la familia de Urías, con
sus padres y sus hermanas mujeres, que aún no se habían casado. Cuando Urías
iba a la guerra, me quedaba con las mujeres de la familia en la casa. Una tarde
estaba tomando baños, y fue ahí cuando el Rey me vio. Él estaba paseándose por
la azotea de su propiedad y de lejos me vio. Según me dijo después, él quedó
prendado de mi belleza. Este hecho cambió mi vida para siempre.
Muchas veces me pregunté por qué habré
sido tan bella, porqué me habrá mirado el Rey, justo en aquel momento. Pasé
tantas noches despierta, preguntándome como habría sido mi vida, si el Rey no
hubiese salido a caminar por la azotea aquel atardecer. ¿Cómo habría sido mi
vida? ¿Habríamos envejecido juntos Urías y yo? ¿Habría muerto él en la guerra?
¿Habría sobrevivido? ¿Cómo habría sido mi historia?. Tantas preguntas que sé,
que no tienen respuesta.
Pero la realidad, es que el Rey me vio.
Se prendó de mi belleza. ¿Qué hacer con este cuerpo de mujer? ‘Bella’, dijo el
Rey. Y esto fue motivo de querer poseerme. Sí, sépanlo. No me preguntaron si
quería. Era la orden del Rey. ¡Cuántas veces rechacé este mi cuerpo de mujer!
¿Por qué no habré sido menos llamativa? ¿Por qué estos pechos y caderas? ¿Por
qué este cabello tan renegrido y brillante? Sin embargo, así fue. El rey David
me vio.
Cuando la hermana menor de Urías me
avisó que me mandaban a buscar servidores del Rey tuve miedo. ¿Qué pasaba?
¿Urías había muerto? Pero la noticia del esposo fallecido no se comunicaba así.
No, no era esta la razón, lo supe momentos más tarde.
Fui ante el Rey, y él me hizo perfumar,
me vistió con los mejores vestidos. Me llevaron a su presencia a su recámara.
Él me esperaba con su túnica preferida. Así lo supe alguna vez. Me dijo ‘Eres
tan bella’ y se acostó conmigo. Todavía me acuerdo y me corre un escalofrío por
la espalda. Se preguntarán si consentí en yacer con él. No, no consentí.
Entonces ustedes dirán que me forzó. Tampoco fue así. Era el Rey, el Rey David.
El Rey no pedía el consentimiento. El Rey no forzaba, no violaba. Al Rey había
que complacerlo. No preguntó si amaba a mi esposo, si lo esperaba. Simplemente
me tomó. Como se toma un objeto. Si yo fui propiedad de mi padre y luego de mi
marido ¿Cómo no iba a ser propiedad del Rey?.
Debo decir en justicia, que fue atento
conmigo. Me trató con consideración. Luego volví a la casa.
Disculpen necesito tomar un respiro. Más tarde seguimos..."
Estela Clara Grignola, CJ
en Yo, Betsabé
MUY HERMOSA HISTORIA VISTA DESDE ESE PUNTO VISTA EXELENTE PERO QUEDE ESPERANDO LA CONCLUSION.
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