viernes, 2 de abril de 2010

Pasión


Tomado de Pastoral Jesuitas España

Una palabra cargada de fuerza. De sentido. De evocaciones. Decimos que hay vidas apasionantes, relaciones apasionadas, crímenes pasionales… Pero estos días, desde la fe… hablamos de la Pasión de Jesús. Pasión que es amor y que es padecimiento de quien ama y por ello se enfrenta a cualquier poder injusto. Contemplar la pasión, en cuadros y pasos, en escenas evangélicas cargadas de dramatismo, es asomarse a un misterio que nos desborda.
Se ha explicado de muchas formas.¿Por qué fue así? ¿Estaba escrito? ¿Dios quería sangre?
¡No! La sangre la querían los verdugos, los que no querían el evangelio anunciado por Jesús.
El sufrimiento del justo no nos es tan lejano.
Es la sangre de los inocentes abusados.
Es el dolor de quien se estremece por el mal de otros.
Es el cansancio de quien se esfuerza para intentar construir algo bueno.
Es el vaciamiento de quien va dando la vida, poco a poco, por amor.
Es la duda mordiente de quien da el salto de la fe, cuando callan las certezas.
Es la sensación de fracaso de algunas veces, cuando no acompañan los resultados…
En un mudo de éxito visible. De titulares y rankings. De fotos vistosas. En un mundo de triunfadores y vedetismo. En un mundo de méritos y medallas, de galardones y vitrinas, de diplomas y reconocimientos… ¿Qué sentido puede tener el fracaso, la derrota, el vaciamiento? ¿Qué sentido puede tener el no saber, no llegar, no conseguir cruzar la meta soñada? La lógica de Dios es sorprendente. Habla con una palabra que parece última pero que no es definitiva. Muestra que el amor que habla más alto es el que se da –hasta el extremo. Que la verdad que libera es la que se proclama en defensa de los bienaventurados, sin dejar que venza el miedo o la prudencia. Que la fe que canta es la que es capaz de soportar la incertidumbre. Misteriosa forma de dar vida.

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