sábado, 3 de abril de 2010

No está aquí ¡Resucitó! Lc, 24, 6



Jesús se encarnó asumiendo la condición humana. Supo de ternura, de calor materno y bondad paternal. Conoció la amistad de hombres y mujeres y se conmovió con el sufrimiento humano. Vivió el dolor, el miedo, el pánico ante la muerte, la traición. Sufrió en verdad la flagelación y la humillación. Fue crucificado y murió en la cruz y fue sepultado. El Evangelio nos dice, ‘No está aquí’. Y así es. El Señor no está ahí. Cristo no quiere la injusticia, el dolor, la muerte. Él está en la Vida. Y sin embargo, sí está ahí. Está para sostenernos en los momentos de dolor, en los que padecen injusticia, en situaciones de desesperanza. Este Cristo apasionado de amor por nosotros, está para darnos su consuelo, para susurrarnos al oído su amor.
La Resurrección de Cristo nos lleva a atravesar el dolor trascendiéndolo y viviéndolo con sentido. Se convierte así en camino de redención y posibilidad de vivirlo como un camino de liberación. Su Resurrección nos anima a vivir el dolor con sentido.
Porque
‘No está aquí ¡Resucitó!’

¡Feliz Pascua de Resurrección!
Estela

1 comentario:

  1. Adora y confía
    No te inquietes por las dificultades de la vida,
    por sus altibajos, por sus decepciones,
    por su porvenir más o menos sombrío.
    Quiere lo que Dios quiere.
    Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades
    el sacrificio de tu alma sencilla que,
    pese a todo,
    acepta los designios de su providencia.
    Poco importa que te consideres un frustrado
    si Dios te considera plenamente realizado,
    a su gusto.
    Piérdete confiado ciegamente en ese Dios
    que te quiere para sí.
    Y que llegará hasta ti, aunque jamás lo veas.
    Piensa que estás en sus manos,
    tanto más fuertemente cogido,
    cuanto más decaído y triste te encuentres.
    Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz.
    Que nada te altere.
    Que nada sea capaz de quitarte tu paz.
    Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales.
    Haz que brote,
    y conserva siempre sobre tu rostro,
    una dulce sonrisa,
    reflejo de la que el Señor
    continuamente te dirige.
    Y en el fondo de tu alma coloca,
    antes que nada,
    como fuente de energía y criterio de verdad,
    todo aquello que te llene de la paz de Dios.
    Recuerda:
    cuanto te deprima e inquiete es falso.
    Te lo aseguro en el nombre
    de las leyes de la vida
    y de las promesas de Dios.
    Por eso,
    cuando te sientas apesadumbrado, triste,
    adora y confía.
    Teilhard de Chardin

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